¿Todaviá hay futuro para Europa?

noviembre 23, 2015

Después de los atentados y amenazas en París, Hannover y ahora Bruselas, acrecentando el miedo y la xenofobia de los nacionalistas y políticos, la pregunta surge inevitable ¿Todavía hay esperanza para Europa?

Por décadas, hemos promovido un mensaje de esperanza, tratando de hacer conciencia de la responsabilidad cristiana de moldear el futuro de Europa. Pocos parecen estar interesados, pero con el aumento del nacionalismo, las tensiones provocadas por la crisis financiera, el aumento repentino de refugiados del Medio Oriente y ahora, la siembra del miedo y caos en nuestras casas por medio de la televisión y las redes sociales, el futuro de Europa parece estar al alcance de todos, y esto nos hace despertar ante la gravedad del asunto.
La casa de Europa (la cual mencioné hace tres semanas en mi reflexión semanal) se ha convertido en la casa de los ocupantes, a quienes poco les importa cuáles fueron los cimientos originales en los que se construyó la propiedad, y en donde ésta se mantiene a pie debido a los pocos y tambaleantes soportes que todavía quedan.
Frans Timmermans, de la Comisión Europea, describió esta crisis como el avance hacia una tormenta perfecta, donde se muestran las raíces poco profundas de nuestros profesados valores europeos que los miembros de estado de la UE prometieron adoptar. Estos incluyen: la solidaridad “con los que piensan como nosotros”; la igualdad “pero algunos son obviamente más iguales que otros”; y la libertad “para los europeos, pero no esperes que estemos preocupados por los extranjeros…”.
La falta de fe, de valores y de verdades que Europa está dispuesto a defender, no así el secularismo, el materialismo y el liberalismo, lo expone con aquellos que tienen fuertes convicciones y están preparados a sacrificar sus propias vidas por la causa de Alá.
Barbarie

Una cosa es profesar valores, pero ¿qué nos hace creer en ellos? Si no están arraigados en realidades eternas, se vuelven en los “valores del buen tiempo”, reemplazados rápidamente por las políticas de conveniencia. Históricamente, estos valores surgieron de fundamentos bíblicos. No obstante, los europeos se han distanciado de esta fuente y sus consecuencias son graves.
El anglo-americano T.S. Eliot, ganador del Premio Nobel de Literatura, creía que si perdíamos el cristianismo perderíamos Europa. “No creo que la cultura europea podría sobrevivir a la completa desaparición de la fe cristiana”-dijo en 1948- “si el cristianismo desaparece, toda nuestra cultura desaparecera con él. Tendríamos que comenzar dolorosamente de nuevo, y tampoco sería posible adoptar una cultura ya confeccionada. Hay que esperar a que crezca el pasto que alimentará a las ovejas que darán la lana para hacer un abrigo nuevo. Hay que pasar por muchos siglos de barbarie. No viviríamos para ver la nueva cultura, ni tampoco los nietos de los nietos de nuestros nietos y en el caso de que llegásemos a verla, no seríamos felices en ella”.
En nuestros días, el rabino Jonathan Sacks, hace eco de la advertencia de Eliot diciendo que la salud futura de Europa, política, económica y cultural, tiene una dimensión espiritual. Pierde esa parte y perderás mucho más –añade–incluida la dignidad humana; la libertad y responsabilidad; la santidad de la vida, del matrimonio como la matriz de la sociedad. Una sociedad comprometida que mantiene al poder bajo límites morales. Cuando una civilización pierde su fe, pierde su futuro. Cuando lo recupera, es porque ha recobrado su fe. Por el bien de nuestros hijos y nietos todavía no nacidos, nosotros judíos y cristianos, lado a lado, debemos renovar nuestra fe y su voz profética. Debemos ayudar a Europa a recuperar su alma–éste ruega.

Misterio
Ante todo aquello que parecería socavar la esperanza, existe la esperanza bíblica que no se basa nunca en las circunstancias actuales, sino está anclada en la persona de Dios y sus propósitos, siendo éstas dos cosas inmutables (Hebreos 6:18-19). Nuestra esperanza no está en primer lugar en el proyecto europeo, aunque la visión de las naciones viviendo juntas en paz sin duda se asemeja al Salmo 133:1. Muchos líderes europeos han ignorado la advertencia de uno de sus padres fundadores, Robert Schuman, quien dijo que dicha empresa necesitaba tener un alma.

Dios es soberano y Jesús es el Señor de la historia. Si bien en el curso del tiempo ocurren retrasos y contratiempos; así como la incredulidad de Israel retrasó su progreso cuarenta años. Nosotros seguimos esperando y oramos por la expansión del reino de Dios, por su gobierno en la tierra así como en el cielo, incluyendo a Europa. De otro modo, deberíamos renunciar a orar el Padre Nuestro.
Aquí ocurre un misterio de la historia: cuando la oración trae al presente el futuro planeado por Dios. Europa enfrentó peores momentos en la historia y aún así, el Espíritu Santo trajo algo nuevo. Erasmo abrió el camino de la Reforma al volver a ‘la fuente principal’, a los evangelios y a las cartas; en donde “la palabra de Dios todavía vive, respira, actúa y nos habla”. Sus traducciones impulsaron hace 500 años la Reforma. John Wesley, 300 años atrás, trajo avivamiento a una Inglaterra a la que consideraba sin Dios, trayendo una amplia reforma social al tiempo que iniciaba la era moderna. Schuman, con sus colegas creyentes, Adenauer y De Gasperi, se atrevieron a aplicar las enseñanzas de Cristo sobre amor y perdón, poniendo los cimientos de la casa europea que daría inicio a setenta años de paz en Europa.



Hasta la próxima semana,

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