¿Se acabó la fiesta?

marzo 30, 2020

La fiesta de Belsasar fue una gran muestra de riqueza, poder y hedonismo con sus esposas y concubinas entreteniendo a mil invitados usando los utensilios de oro y plata del templo en Jerusalén.

De repente aparecieron los dedos de una mano humana y escribieron en la pared. Convocado para explicar el enigma de la escritura en la pared, MENE, MENE, TEKEL, UPHARSIN, Daniel pronuncia el juicio ante el rey de Babilonia: «Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto». Esa misma noche, leemos en Daniel 5, Belsasar fue asesinado y las fuerzas de los medos y los persas entraron en la ciudad. La fiesta había terminado.

En la pintura de Rembrandt de 1635, el miedo se hace palpable en los rostros de Belsasar y sus invitados, ojos sobresaliendo como cuando tus órganos vitales se detienen. El artista vistió al rey lujosamente como un comerciante de Amsterdam extravagantemente rico en el apogeo de la Edad de Oro, cuando la explotación, el comercio y la esclavitud habían convertido a los Países Bajos en el estado mas rico y poderoso del mundo. ¿Rembrandt estaba advirtiendo a sus compañeros holandeses sobre la fugacidad de la riqueza, el poder y el placer?

Para Belsasar el cambio vino en una noche. Para los Países Bajos, el Rampjaar -el año del desastre- vino una generación después de esta pintura en 1672, cuando la república fue devastada por el ejercito de Inglaterra, Francia y el obispado de Munster y Colonia. Un dicho holandés describe “la gente como ingeniosa, el gobierno sin esperanza y la tierra insalvable” (het volk redeloos, de regering radeloos en het land reddeloos). Por diecisiete mesas, bancos, escuelas, tiendas, cortes y salas de conciertos estuvieron cerrados. A esto siguieron la quiebra de muchos. La recuperación tomó décadas.

Moralidad

¿Mirarán atrás muchos historiadores a este “año del corona” como el “fin de la fiesta”, un “rampjaar”? De repentes nos han sacado de nuestra “vida normal” y hemos sido insertados en una incierto, indefinido periodo de aislamiento y rutina interrumpida. La salud física, la salud económica, la salud mental, la salud política, la salud familiar, la salud social, todo está en juego. 

Respuestas creativas, humor, buena voluntad y aplausos colectivos para nuestros héroes trabajadores de la salud que trabajan para minimizar el desastre y no han ayudado a capear las primeras dos semanas despues de despertad a la cruda realidad. Pero ¿y si se convierten en dos meses? ¿Seis meses? O, Dios no lo quiera, ¿los diecisiete meses del Rampjaar? Comparten nuestras comunidades hoy en día suficientes valores comunes para prevenir la erupción del malestar social?

Incluso antes de la crisis del corona, muchos han expresado alarma a lo que Jonathan Sacks llamó el “cambio climático cultural” en el que vivimos. Títulos como La extraña muerte de Europa (The strange death of Europe), El suicidio de occidente (The suicide of the west), Sociedad decadente (The decadente Society), Como muere la democracia (How democracias die) y El destino de occidente (The fase of the West) hablan de la cultura occidental como “desmoralizada, decadente, desinflada, demográficamente desafiada, dividida, desintegrada, disfuncional y en declive”.

Sacks, en su reciente publicación Moralidad (Morality), buena lectura para tiempo como este, explica que los mercados económicos y las democracias liberales no pueden ellas mismas garantizarnos libertad. Moralidad es la dimensión perdida, esencial para la libertad, el escribe, citando a John Lock quien contrastó libertad, como libertad de hacer lo que debemos, con licencia, como la libertad de hace lo que queremos. El mercado y la economía son competitivos. La moralidad es cooperativa. La moral es la conciencia de la sociedad, el compromiso a el bien común que gobierna nuestra búsqueda de ganancias privadas. La sociedad está constituida por una moral compartida y crea confianza. 

Oportunidad

La verdad de que un sociedad libre es un logro moral ha sido olvidado, ignorado o negado desde la revolución moral de 1960, dice Sacks. Desde entonces, argumenta, un solo cambio subyacente en el ethos de Occidente ha producido grupos de identidad, victimización colectiva, soledad, vulnerabilidad, depresión, uso de drogas, mercados despiadados, política polarizada, desigualdad económica e intolerancia a la libertad de expresión en los campus universitarios. Estas son las consecuencias a largo plazo de movernos del “nosotros” al “yo”. Aislamiento social a reemplazado a comunidad. 

Antes de la línea divisoria de los años 60, las sociedades abiertas accidentales habían sido pluralistas, construidas sobre los valores de la libertad, igualdad, democracia, estado de derecho y derechos humanos. Era un pluralismo limitado del “nosotros” que ha sido reemplazado por un mucho mas radical pluralismo del “yo” divorciado del histórico consenso judeocristiano. El ser humanos era simplemente una voluntad soberana, un individuo autónomo, un centro arbitrario de voluntad, libre de hacer de uno mismo y el mundo lo cualquier cosas que elijas. Sacks cita una investigación que muestra que el uso del “yo” ha aumentado en el último medio siglo, mientras que “nosotros” ha disminuido. Donde previos primer ministros hubieran usado el real “nosotros”, Boris Johnson usó un numero inusualmente alto de “yos” durante el debate sobre Brexit. 

Amenazando con destrozar a la sociedad, el desafío sin precedentes de la crisis del corona también presenta una oportunidad. De repente todos nos hemos dado cuente de nuestra vulnerabilidad. Nunca en la historia de la humanidad se ha demostrado que nuestro destino común está interconectado, los mas de siete mil millones de personas en este planeta. Nuestra dependencia mutua y de los sistemas de la sociedad, local, nacional y global, se ha vuelto obvia. 

¿Podrá el auto aislamiento guiarnos a un renuevo del “nosotros”?

¿Prevalecerá  el “nosotros”?    



Hasta la próxima semana,

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