Historias

enero 18, 2016

La próxima vez que esté en la iglesia, eche un vistazo a la congregación y pregúntese ¿qué historias indecibles están detrás de todas esas caras? Imagínese poniendo todas esas historias en un diario, donde toda la comunidad podrá llegar a conocerse realmente y hacer conciencia de su condición de peregrinos.

Hace poco esta idea dio a luz a una hermosa producción en gran formato con 280 páginas, llamada simplemente Historias, publicada por la Iglesia Anglicana de San Pablo, en Auckland, Nueva Zelanda.

Algunas historias de 130 miembros de la congregación se distribuyeron a través de las páginas dobles, con fotografías profesionales tamaño estándar, individuales, de parejas, de familias y escenas. Abarcando una gran variedad de aventuras personales y encuentros con Dios. Niños y adultos por igual comparten cándidamente respuestas a la oración, experiencias de consuelo en tiempos de depresión y duelo, así como enseñanzas aprendidas a través de fracasos.

Viaje

Al ir creciendo, pasaba cada domingo en el auto con mi familia por la iglesia de San Pablo, de camino a nuestra Iglesia Bautista. La conocíamos por ser una iglesia muy alta, tradicional y de rituales, una parroquia anglicana en un tipo de construcción de piedra estilo neo-gótico. La renovación vino a finales de los años 60´s, cuando un impetuoso joven de negociosos invitó al vicario para asistir a una reunión de oración celebrada el viernes por la noche en nuestra casa en los suburbios. Estas reuniones fueron mejor descritas por la palabra ¨carismática¨, que aún no había entrado en nuestro vocabulario. Donde no había ninguna planeación, sino el objetivo era seguir la dirección del Espíritu Santo. Cada uno traía una canción, una palabra, una profecía, un testimonio o una palabra en lenguas, de acuerdo con el modelo de 1 Corintios 14:26.

El vicario hablaría más tarde del horror que sintió al entrar a nuestra sala atascada (algunas veces había entre 70 y 80 metidos hasta en las esquinas) donde vio también a uno de sus feligreses sentado ahí. Fue como haber sido descubierto en un club nocturno, recalcó.

Sin embargo, ese fue el comienzo de un viaje que llevó a la renovación generalizada de la iglesia anglicana en Nueva Zelanda. Hoy en día, la Iglesia de San Pablo es una de las más grandes iglesias anglicanas en Australasia, con una membresía total de unos dos mil, y varios cientos de personas involucradas únicamente en el programa para niños. Con gran dicha, se han visto por todo el mundo, videos creativos de los niños de San Pablo contando la historia de la navidad. Literalmente (Vea aquí y aquí -Audio en inglés).

En algunas de las historias los niños cuentan notables cuentos sobre oraciones contestadas, mientras otras tratan primero de remover la conciencia acerca de la presencia de Dios. Una niña habla de un drama familiar durante una fiesta en bote en una bahía remota un año atrás. Una de las tres hijas sufrió un paro cardíaco y cayó en el agua, a cuarenta metros de la orilla. Los padres se zambulleron para traerla de nuevo a bordo. Una enfermera entrenada que iba caminando en la orilla nadó hasta el lugar y le realizó la respiración artificial. Un desfibrilador llegó desde la estación de bomberos a la orilla, y fue usado para hacer latir de nuevo su corazón, en lo que esperaban a que llegara un helicóptero. La marea baja permitió que éste aterrizara y trasladará rápidamente a la niña al hospital que se encontraba a docientos kilómetros de distancia y donde pasaría los siguientes días de recuperación. La hija mayor dijo que tal cual comenzó a orar a Dios, el rescate y la recuperación se llevaron cabo ante sus ojos. Esta tragedia sirvió para unir a la familia en fe, y para comenzar un nuevo viaje que los llevaría a todos hasta la iglesia de San Pablo.

Reincidente

Otra historia cuenta de un joven que fue arrastrado mar adentro por una fuerte corriente. Mientras caía la noche y aparecían las estrellas, se dio cuenta que tal vez serían las últimas cosas que vería. Él se había apartado de su trasfondo cristiano, porque pensaba que podía ponerse a cuentas con Dios en el futuro. Ahora parecía demasiado tarde. Entonces oyó el sonido de una moto y una voz que llamaba su nombre. Sus amigos habían llamado a los salvavidas, que en esa noche tenían una fiesta en la playa. “Esa noche supe que Dios me salvó–escribió–porque yo estaba tan lejos mar adentro que la probabilidad de que me encontraran era remota”. Esa fue la noche en que perdí mi vida, sabía que ahora le pertenecía a Dios.

Una joven madre de tres hijos describe que visitaba a otra madre joven, cuando de pronto sintió la urgencia de ir a la casa de una colega. Dejando a su amiga desconcertada cuidando de sus hijos, se apresuró a ese lugar y tocó la puerta. Al abrirse salió su colega llorando, desplomándose en sus brazos. Señalando el frasco de pastillas sobre la mesa, le dijo: Antes de que me quitara la vida, le pedí a Dios que si era real, que se me revelara de alguna manera.

Tal vez su congregación no tenga estas historias tan dramáticas, pero ¿cómo saberlo?



Hasta la próxima semana,

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