Es confuso ¿no? Escuchamos de parte de los líderes mundiales como Barack Obama, que el calentamiento global es algo “real y peligroso creado por los hombres”. Y nuestros amigos publican en facebook artículos anti-pánico, donde todo es una forma de manipulación, y este frenesí mundial es parte de un complot de gobierno mundial motivado por una industria millonaria.
Mientras que unos nos llaman a estar alertas; los del grupo escéptico hablan de esta brigada del engaño, impulsada por una maquinaria propagandística que protege los intereses de la industria petrolera.
¿A quién le creemos, entonces? El problema parece tan complejo y confuso que la pregunta radica en si nos encogemos de hombros y le dejamos al gobierno, a los empresarios y a los organismos especializados el tema. Al fin y al cabo. muchos cristianos creen que Jesús regresará pronto y que esta tierra será reemplazada por un cielo y tierra nueva. ¿Por qué habrían de molestarse con esta causa perdida?
Restauración
Voy a tratar de responder a esta última objeción. Muchos leen la Biblia desde un escenario del fin de los tiempos, donde el planeta será destruido y donde el remanente fiel será llevado a otro lugar. El pasaje principal en que se apoya esta idea está en la segunda carta de Pedro capítulo tres, donde se refiera a la destrucción de la tierra con fuego, así como fue destruida con agua en los tiempos de Noé. Entonces, si eso significó total destrucción, ¿cuál es la tierra en la que Noé posó el arca después del diluvio? Obviamente, se refiere a una ‘purificación’ o ‘purgación’, no a una ‘destrucción’. ¿Cuál es el sentido del contexto en que Pedro le pregunta a sus lectores (versículo 11) sobre la clase de vida que deberían llevar a la luz del futuro? Una vida santa y pura, responde.
Pero ¿qué entonces sobre el cielo nuevo y la tierra nueva? La brevedad de esta reflexión no me permite dar una respuesta completa, pero diré que Pedro usa la palabra kainos de nuevo, refiriéndose a “renovado”, en vez de neos, que se refiere a “todo nuevo”. El plan de Dios es la renovación y restauración de la tierra, no la destrucción. No concuerda también con lo que Pablo dice en Romanos 8, acerca de la tierra gimiendo con dolores, en espera de ser liberada (no destruida) de la esclavitud al deterioro.
Por lo tanto, estamos unidos a este planeta por largo tiempo, y las primeras instrucciones de Dios a la raza humana sobre la mayordomía de la tierra no han sido revocadas.
Pero ¿a quién debemos creerle acerca del cambio climático en medio de una cacofonía de voces? Mi punto de partida es escuchar seriamente la voz de Dios, y también reconocer las fortalezas y limitaciones de la ciencia moderna. Por ejemplo, A Rocha, es una red global de cristianos que toman seriamente el mandato de administración y trabajo para mostrar el amor de Dios por toda la creación. Este año nos asociamos con A Rocha en el State of Europe Forum, en Riga, y se planea hacer lo mismo en Amsterdam, para el siguiente Foro el 8 y 9 de mayo.
Vigilia
En París ahora mismo, en la Conferencia sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas, COP21, A Rocha es una de las voces cristianas en estos diálogos. Ésta acepta “el abrumador consenso científico sobre los cambios climáticos actuales, que en su mayoría se deben a la actividad humana, y que son necesarias acciones urgentes y radicales para prevenir los riesgos catastróficos de un cambio climático incontrolable”. En una era de múltiples y severas amenazas ambientales que son provocadas por la avaricia y el consumo excesivo de los hombres, nuestra fe cristiana–argumentan– nos da ambas: la motivación para actuar de manera decisiva y una posición de esperanza respecto al valor de nuestras acciones.
Éstos han mantenido una vigilia de oración y también mesas redondas públicas con expertos, incluyendo a la doctora en ciencias atmosféricas, Katharine Hayhoe. Recientemente, en un evento de A Rocha en Vancouver BC, Canadá, la Dra. Hayhoe sostuvo que el clima estaba cambiando a causa de nuestros actos, y que por tanto, nuestras decisiones importan. (Este enlace conduce a su charla, una presentación muy útil de lo que la ciencia puede y no puede decirnos, y donde nuestra fe cristiana juega un papel clave).
Podríamos optar por reducir el impacto ambiental, argumentó; adaptarnos a los efectos tales como la sequía, el aumento del nivel del mar y la intensidad de las tormentas; podríamos elegir hasta qué grado vamos a sufrir. Pero la ciencia no nos ha llevado a más, no podría decirnos cómo elegir entre estas opciones. Muchos temían dar respuestas y soluciones a este problema; miedo al cambio, a las dificultades económicas, a los impuestos. Tal temor se alimenta mayormente de la actual negación al cambio climático –continuó– pero Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino de poder, amor y dominio propio.
Aquí es donde la fe y los valores entran en acción, especialmente el llamado de Jesús a amar al prójimo. “Utilicemos el amor para considerar cómo nuestras acciones impactan a otros”, concluyó. “Y nos movamos hacia adelante, no en temor sino en poder, reconociendo que podemos lograr grandes cosas”.
Hasta la próxima semana,