En estos días, quinientos años atrás en Basilea, salía de la imprenta un libro destinado a catalizar la reestructuración de Europa. Era una bomba con un detonante corto. La publicación de este Nuevo Testamento en Griego y Latín, fue la obra culminante del gran erudito renacentista, Erasmo de Rotterdam.
Hoy en día el nombre de Erasmo (Erasmus) representa el programa de movilidad estudiantil de la Unión Europea (Plan de Acción de la Comunidad Europea para la Movilidad de Estudiantes Universitarios) que alienta a alumnos a estudiar en otro país europeo, con el propósito de conocer otras culturas y volverse más europeos. Parte de su éxito es el nacimiento de un millón de bebés de estudiantes que participaron en este programa, desde sus inicios 1987.
La mayoría de los estudiantes conciben a Erasmo como el gran humanista que defendió los valores de la tolerancia y la libertad. Ah, y que también escribió le sátira sobre la iglesia y sociedad, El Elogio de la Locura.
Sin embargo, pocos lo reconocen como un creyente devoto, apasionado por hacer accesible la Biblia a todos, instando a príncipes, papas, reyes y emperadores; al igual que a estudiantes, académicos, campesinos y prostitutas, a seguir las enseñanzas de Jesús. Porque Erasmo no era un humanista en el sentido secular de separar a Dios y a la religión. Tal ‘humanismo’ no existía en sus días. El humanismo cristiano del Renacimiento se centró en Jesús Hombre (sus enseñanzas, sus relaciones y su sufrimiento) en lugar de los rituales, peregrinaciones y tradiciones que la Iglesia desarrollaría a lo largo de los siglos.
El movimiento de la Devotio Moderna, se extendió desde los Países Bajos, el país que lo vio nacer, a todo Europa, exhortando a todos a imitar el ejemplo de Cristo. De ahí que el joven Erasmo leyera en las escuelas de los Hermanos de la Vida Común, tanto en Deventer como en Gouda, el manual de discipulado del movimiento de Tomás de Kempis, La Imitación de Cristo. Vivir como Cristo era ser verdaderamente humano.
Ad Fontes
Como un humanista cristiano, Erasmo estaba interesado en regresar a la fuente de la fe: Sed in primis ad fontes ipsos properandum, id est graecos et antiquos (En primer lugar hay que ir a las fuentes mismas, es decir, a los griegos y a los antiguos). Como subrayó Geert Groote y otros líderes de los Hermanos, volver a los evangelios y a las cartas de Pablo, se volvió una prioridad para Erasmo.
Sus estudios y docencia lo llevaron a las universidades de París, Oxford, Lovaina y Turín; posteriormente a Roma, Venecia, de vuelta a Inglaterra y finalmente a Basilea y Friburgo. Escribió prolíficamente sobre muchos temas, pero su verdadera pasión era obtener una mejor traducción latina de la Biblia que la versión oficial Vulgata, traducida once siglos atrás por el Padre de la Iglesia, Jerónimo.
De igual forma, Erasmo perseveró en la traducción del Nuevo Testamento, consultando manuscritos en griego que fueron traídos a Occidente tras la caída de Constantinopla. Nunca antes se había publicado un Nuevo Testamento en griego, hasta que el Novum Instrumentum fuera impreso por Johannes Froben el 1 de marzo de 1516, con columnas en griego y latín en cada página.
Erasmo escribiría: “Me di cuenta que esa enseñanza, la cual es nuestra salvación, debería tenerse de forma más pura y viva si se extraía de las fuentes originales, del manantial cristalino y no de arroyos y estanques. Y también he revisado todo el Nuevo Testamento (como ellos lo nombran) a la luz del original griego”.
Todos las lenguas
A sus escasos cincuenta años, esta era su obra magna, y un paso importante para hacer la Biblia accesible a todos. En el prefacio escribiría: “Me gustaría que incluso las mujeres más humildes leyeran los evangelios y las cartas paulinas. Y me gustaría que éstas fueran traducidas a todas las lenguas para que puedan ser leídas y entendidas no sólo por los escoceses e irlandeses, sino también por los turcos y los sarracenos….Como resultado, podría ser que el campesino vaya cantando porciones de ésta mientras ara la tierra; o el tejedor vaya tarareando algunas partes al movimiento de su telar; o el viajero aligerara el cansancio del camino con historias de este tipo”.
Aunque el propio Erasmo nunca tradujo a las lenguas vernáculas europeas, sus exhaustas traducciones del Latín y el Griego desencadenaron directamente las traducciones de: la Biblia en alemán de Lutero, en 1522; la versión en inglés de Tyndale, en 1526; la de Lefèvre d´Étaples al francés, en 1530; y posteriormente la holandesa en 1591 y la italiana en 1603. La mayoría de las traducciones de nuevos testamentos hasta el siglo XIX se basaron en su obra.
Erasmo cambió el verso de Mateo 3:2, de la traducción Vulgata: “anda como penitente porque el reino de los cielos está cerca”, a “arrepentíos….”. La traducción de Jerónimo había dado lugar a la doctrina católica de la penitencia, y a su vez el concepto de indulgencias, una práctica a la que tanto Erasmo como Lutero se opusieron.
Ambos hombres anhelaban la reforma de la Iglesia. Mientras muchos dijeron: “Erasmo puso el huevo y Lutero lo empolló”, Erasmo respondió que la escisión de la Iglesia, con la Reforma, no era el pájaro que él esperaba. Esa ruptura y todo lo que significaría para el futuro, le alarmaba.
Para Lutero y los protestantes, Erasmo seguía siendo demasiado católico. Para los católicos, éste era demasiado protestante. A medida que nos acercamos al 500 aniversario de la Reforma, el año próximo, Erasmo sigue teniendo mucho que enseñarnos.
Hasta la próxima semana,